A las 9:30 de la mañana del día
10 de Agosto llegábamos al aeropuerto de Roma Ciampino, después de haber pasado
la noche entre recuerdos de la última vez que estuve en Roma; y dudas sobre la
dificultad del viaje y la fortaleza de nuestras piernas.
Agradeciendo que el vuelo no
hubiera tenido muchas turbulencias, sanos y a salvo descargábamos las cosas y
montábamos la bici con todos los bártulos. El primer contratiempo que tuvimos
llegaba al desenvolver las bicicletas del plástico protector, con una navaja
rasgué la cubierta de una de las ruedas de Sergio, dejando al descubierto los
hilos y las distintas capas de la cubierta. Como esto no era suficiente, los
discos de freno de las dos bicis se habían doblado, no sabíamos si en el avión
o en el coche. No nos quejamos. Estaba claro que en el viaje tendríamos todo
tipos de baches que sortear pero pensábamos que llegarían al cabo de dos o tres
días. Con una llave inglesa, haciendo palanca, logramos enderezar algo los
discos pero aun así las ruedas se frenaban solas debido al rozamiento de los
discos con las pastillas de freno. Salimos lo más rápido del aeropuerto y
tomamos los 20 km de la Vía Antica que nos separaban de Roma.
Roma es Roma y no necesita
presentación, siempre estuvo y siempre estará.
A la mañana siguiente nos
despedimos de la ciudad eterna y cogimos la vía Nomentana y otras tantas
siguiendo la rivera derecha del Tiber a lo largo de la Lazio. Conforme nos
fuimos adentrando en la Italia rural fuimos adquiriendo conciencia de la
grandeza o barbaridad de nuestro viaje. Poco a poco fuimos ascendiendo por
carreteras sin apenas tránsito de coches, en el silencio de los campos de las
montañas, en las faldas de los Apeninos. Aquella cordillera tan desconocida
para los dos, a la que desde un principio infravaloramos pensando que los
primeros días serían largos en km pero tranquilos en altitud. Cuan equivocamos
estábamos y que pronto nos dimos cuenta. Llevábamos apenas 53 km y 5 horas de
recorrido, cuando paramos para comer y aun nos faltaban otros 50 km mas. Aunque
rápido olvidamos nuestra preocupación cuando llegó Franca, la abuelita dueña
del restaurante Di Franca, en Cantalupo di Sabina. Cuando llegó con el
antipasti de “panne con pomodoro”, dos platos de “taggliatella al funghi e
tartufo” y unos filetes de carne empanada, verdadera comida italiana que
agradecimos y por la que hubiéramos pagado una fortuna si hubiera sido
necesario.
Unos 700 metros mas de desnivel
positivo en otros 50 km y llegamos al fin a Terni. Buscamos y rebuscamos hostal
o albergue en la ciudad pero no encontramos nada. Eran las 8 de la tarde, la
gente estaba volviendo a sus casas y no encontrábamos lugar donde quedarnos
hasta que al final un hombre uruguayo amablemente nos ayudó a buscar una
habitación en un hostal. Es muy fácil en estas situaciones caer en la
desesperación; el cansancio y el hambre generan una ansiedad que hacen que
cualquier cosa que por mínima que sea se salga de los planes produzca
irritación consigo mismo y con los demás. Pero también es fácil solventar estas
situaciones; una vez que se conoce la causa de la ansiedad es cuestión de
carácter rechazarla.
Aquella noche el calor no nos
dejó apenas descansar, por lo que temprano y con ganas de continuar salimos de
Terni en dirección a Perugia. Si el día anterior tuvo cuestas, aquel no se
quedó atrás, cada carretera que tomamos seguía la cresta de una montaña y como
un dedo que sube y baja recorriendo la espina dorsal a través de todas las
vértebras nosotros hicimos lo propio en los Apeninos. San Gemini, Todi y Marsciano,
pueblos de la región Umbria que nos hicieron sudar y disfrutar a partes
iguales. Cada día tiene sus personajes, sus caras, ese estuvo marcado por otro
ciclista que nos acompañó unos km a las afueras de Todi y que nos llevó a una
antigua fuente que había sido encontrada por el y sus amigos después de muchos
años o siglos olvidada bajo la maleza; y por Francesca que nos llevó a comer
“torta al testo (torta de espinacas)”, algo típico de Perugia.
"Jamás se viera
una lealtad mayor
que la del león
italiano
al amigo de América
que amó en fraterno amor.
De Garibaldi y Mitre
las dos diestras hermanas
sembraron la simiente
de encinas italianas
y argentinas que hoy
llenan la simiente de rumor."
Cada día que pasaba nos
levantábamos más temprano. A las 5 en pie y a las 6 en la bicicleta. Antes que
el sol estábamos de camino a Maggiore, en el borde superior de las montañas
que, como una caldera, rodeaban el lago Trasimeno. En la niebla, al pie del
lago, pudimos a penas distinguir los fantasmas de las legiones romanas que
perdieron la vida a manos de los soldados de Anibal el cartaginés. Conforme
avanzábamos sentíamos aun la presión sobre nosotros de tantos años de historia
en aquel paraje que había servido tanto de batallas como de lugar de recreo y
paz de los renacentistas. Cruzamos la frontera entre la Umbria y la Toscana
para llegar hasta Arezzo y visitar la plaza donde se rodó la famosa escena de
“La vida es bella” donde Roberto Benigni baja en bicicleta y se cae sobre
Nicoletta Braschi. Llevábamos 90 km cuando nos paramos a comer y aun nos
faltaban otros 70 km más hasta llegar a Florencia por lo que no teníamos mucho
tiempo que perder. Comimos una pizza y seguimos adelante. Tomamos el curso del
rio Arno para llegar hasta Florencia, aunque un fallo en nuestra lectura de los
mapas nos hizo desviarnos del río y tomar una carretera que ascendía un puerto
de montaña a apenas 10 km de Florencia. Lloviznaba, se hacía de noche,
estábamos cansados y seguíamos subiendo, sabíamos que Florencia estaba al otro
lado de la montaña pero nuestras fuerzas no nos acompañaban tanto como las
ganas de llegar. Finalmente llegamos al puerto de montaña y recuerdo que fue
una sensación magnifica la de bajar aquella montaña con la visión de las luces
de Florencia a los pies, disfrute aquel trayecto sin pedalear, admirando la
respuesta de mis piernas que estaban cumpliendo como verdaderas heroínas.
Llegamos tan tarde a la villa de Florencia y al albergue que no tuvimos tiempo
de ver la ciudad.
Fue a la mañana siguiente cuando
fuimos a ver las maravillas de la capital de la Toscana, la catedral de Brunelleschi,
la réplica del David de Miguel Angel; Perseo con la cabeza de Medusa de
Cellini; Hercules y Caco de Baccio Bandinelli; la fuente de Neptuno de
Bartolomeo Ammannati…
Desde Florencia continuamos junto al Arno hasta Pisa en un día relativamente tranquilo si observamos la distancia 80 km, aunque en realidad fue bastante duro por el viento en contra que tuvimos durante todo el trayecto. Ese día pasamos por Lastra a Signa, donde se encuentra la casa museo del más grande representante de la canción napolitana, Enrico Caruso. Fue un casual y grato encuentro el de este museo, que aunque no llegamos a entrar, me gustó pasar por esa ciudad por su significado. La primera vez que escuché a Enrico Caruso fue al volver a Toulouse después del anterior viaje en bicicleta en 2012. Mi vecina de pasillo en la residencia, Maria Chiara, era una muchacha de San Marino con una dulzura y sensibilidad sin igual a la que le encantaba cantar canciones típicas italianas. Ella hizo que se me picase la curiosidad. Uno de esos días buscando canciones italianas encontré una canción de Enrico Caruso, “O sole mio” y al erizárseme el bello me sentí conectado de alguna manera a esta música así como lo sentí con las de Carlos Gardel años atrás.
Desde Florencia continuamos junto al Arno hasta Pisa en un día relativamente tranquilo si observamos la distancia 80 km, aunque en realidad fue bastante duro por el viento en contra que tuvimos durante todo el trayecto. Ese día pasamos por Lastra a Signa, donde se encuentra la casa museo del más grande representante de la canción napolitana, Enrico Caruso. Fue un casual y grato encuentro el de este museo, que aunque no llegamos a entrar, me gustó pasar por esa ciudad por su significado. La primera vez que escuché a Enrico Caruso fue al volver a Toulouse después del anterior viaje en bicicleta en 2012. Mi vecina de pasillo en la residencia, Maria Chiara, era una muchacha de San Marino con una dulzura y sensibilidad sin igual a la que le encantaba cantar canciones típicas italianas. Ella hizo que se me picase la curiosidad. Uno de esos días buscando canciones italianas encontré una canción de Enrico Caruso, “O sole mio” y al erizárseme el bello me sentí conectado de alguna manera a esta música así como lo sentí con las de Carlos Gardel años atrás.
Desde Pisa llegamos hasta Levanto
siguiendo la carretera de la costa y después hasta Génova por la Strada Statale
1. No sé si la llamaron nº 1 por ser la primera que se construyó o porque es la
más bonita pero sin duda esta última razón sería tan válida como la primera. La
costa italiana tiene menos glamour que la francesa pero tiene una belleza
singular con las cientos de crestas de los Apeninos que se adentran al mar
haciendo que el paseo se convierta en un subir y bajar como una ola en la
propia tierra, fuimos surferos de asfalto por unos días.
Cada vez que el Sol se ocultaba
detrás de alguna montaña, cayendo ya la tarde, y nosotros aun montados en la
bicicleta me venía a la mente la última viñeta de los comics de Lucky Luke,
caminando solos hacia el horizonte sin más pensamientos que el de descubrir y
continuar.
Lonesome cowboy, lonesome cowboy, you're a long long way
from home
Lonesome cowboy, lonesome cowboy, you've a long long way to roam
I'm a poor lonesome cowboy
I'm a long long way from home
And this poor lonesome cowboy
Has got a long long way to roam
Over mountains over prairies
From dawn till day is done
My horse and me keep riding
Into the setting sun
Lonesome cowboy, lonesome cowboy, you're a long long way from home
Lonesome cowboy, lonesome cowboy, you've a long long way to roam
There are guys who just figure
Have a problem with a gun
And a finger on a trigger
Can be dangerous, hurt someone
But problems solve much better
By keeping calm and true
My horse and me keep riding
I ain't nobody's fool
Lonesome cowboy, lonesome cowboy, you're a long long way from home
Lonesome cowboy, lonesome cowboy, you've a long long way to roam
I'm a poor lonesome cowboy
But it doesn't bother me
'Cause this poor lonesome cowboy
Prefers a horse for company
Got nothing against women
But I wave them all goodbye
My horse and me keep riding
We don't like being tied
Lonesome cowboy, lonesome cowboy, you've a long long way to roam
I'm a poor lonesome cowboy
I'm a long long way from home
And this poor lonesome cowboy
Has got a long long way to roam
Over mountains over prairies
From dawn till day is done
My horse and me keep riding
Into the setting sun
Lonesome cowboy, lonesome cowboy, you're a long long way from home
Lonesome cowboy, lonesome cowboy, you've a long long way to roam
There are guys who just figure
Have a problem with a gun
And a finger on a trigger
Can be dangerous, hurt someone
But problems solve much better
By keeping calm and true
My horse and me keep riding
I ain't nobody's fool
Lonesome cowboy, lonesome cowboy, you're a long long way from home
Lonesome cowboy, lonesome cowboy, you've a long long way to roam
I'm a poor lonesome cowboy
But it doesn't bother me
'Cause this poor lonesome cowboy
Prefers a horse for company
Got nothing against women
But I wave them all goodbye
My horse and me keep riding
We don't like being tied
Cerrando el post quiero recordar
todos los pueblos que fueron bendecidos con el nombre de Santa Lucia y que
encontramos a lo largo del camino, raro fue el día que no viese alguna calle dedicada
a Santa Lucia o alguna plaza. Este nombre que es el de mi prima y de una de mis
mejores amigas; es también el título de una canción preciosa que escuché por
primera vez en la película “La mandolina del capitán Corelli”, y que aunque no
sea para nada una película magnífica, la adoro por su banda sonora.